Todo pasa por algo… Cuando hace 19 años alguien me habló del doctor Pérez Bernal y de su conferencia sobre la importancia de la donación de órganos, no podía siquiera imaginar la de vidas que cambiarían gracias a sus palabras. “Es una charla más”, pensé. Pero no. Porque esta charla está dada con el corazón y hacia el corazón. No habla dedatos, ni de números, habla de vidas. Cuando ves a los alumnos emocionados, cuandoescuchas historias con nombres y apellidos, cuando son los propios trasplantados los que vienen a dar su testimonio, o incluso familiares de los donantes, te das cuenta del verdadero sentido que adquiere la palabra SOLIDARIDAD, con mayúsculas.
Tantos años de charlas han dado para ver cómo les ha afectado a nuestros alumnos. Cómo muchos de ellos han tirado por diferentes caminos en su vida, y cuando vuelven a visitarnos te recuerdan la charla de la donación. Cómo algunos se abren y te cuentan que su tío, o su prima, o su madre, están vivos gracias a que alguien donó sus órganos antes de irse de esta vida. O como algún antiguo alumno, que por desgracia falleció, dejó dicho en su familia, después de asistir a la charla, que si esto le pasaba alguna vez quería ser donante, y con su gesto salvó varias vidas.
Y es que la palabra del doctor Pérez Bernal transmite mucho, pero el mayor valor lo aportan los testimonios. Desde aquí darle las gracias a todos aquellos que han tenido el valor de enfrentarse a un público desconocido para dar fe de las vidas que salvan: Rosa, José Antonio, Paco… Gracias a todos.
Y es que hemos aprendido que ser donantes es un acto de valentía, de amor, de bondad. Es un acto voluntario, altruista y gratuito, que nos permite salvar vidas de una forma muy efectiva y, en otros casos, mejorar la calidad de vida de pacientes que, si notienen esa donación, tendrán que vivir pendientes de una máquina, como puede ocurrir con enfermos que necesitan diálisis.
La donación de órganos permite que personas anónimas tengan una segunda oportunidad de vivir. Al donar un órgano, estamos ayudando a una persona desconocida que lo necesita desesperadamente, y nuestro acto puede tener un impacto significativo en la vida de dichas personas.
Nunca sabremos quién ha recibido esos órganos, pero sí que la persona que lo ha recibido es una madre, un hermano, un abuelo, una hija, un familiar. Y que no solamente habremos salvado la vida de esa persona, sino la felicidad de toda una familia.
Me gusta pensar que en todos estos años de charla, hemos sembrando una semilla que germinará en el futuro. Un acto de puro amor. Don Bosco estaría orgulloso de nosotros.
Firmado: Fátima Gallegos